Rahm desciende las escaleras que llevan al tee del hoyo 1 y se oye un grito desde la grada: "¡Aúpa Jon, aúpa Athletic!" El vasco sonríe mientras choca la mano con los aficionados que más han madrugado para conseguir sitio. Antes, busca con la mirada a sus padres, Ángela y Edorta, que presencian la escena como dos espectadores más, y les lanza un gesto de cariño. El de Barrika, aparentemente relajado, se prepara para iniciar su última ronda. Sale en el último grupo y es líder junto al estadounidense Xander Schauffele. Es un día soleado y Rahm quiere disfrutarlo. Durante diez hoyos está contento. El juego fluye y los números se presentan favorables. Lidera en solitario con cuatro golpes de ventaja sobre sus perseguidores. El oro no solo está al alcance, sino que parece predestinado para él.
Entonces, algo sucede. Una desconexión, una serie de infortunios... Ni él mismo parece entenderlo. Una nube negra se cierne sobre él y todo empieza a torcerse. Rahm finaliza su vuelta y no solo se ha esfumado el oro, sino también cualquier posibilidad de medalla. Es una oportunidad desperdiciada. Quizás la mejor que tenga para subir a un podio olímpico. Con él fuera de competencia, celebra la victoria el estadounidense Scottie Scheffler, que demuestra por qué es el número uno mundial, cerrando su recorrido con nueve birdies, para un total de -19. El británico Tommy Fleetwood se lleva la plata con -18, y el japonés Hideki Matsuyama obtiene el bronce con -17. Rahm, que llegó a estar con -20, termina quinto, con -15.
Un buen golpe de aproximación y un excelente putt de cuatro metros evitaron ese primer disgusto. No del todo satisfecho, Rahm cerró esa primera vuelta impecable con un quinto birdie. Los rivales tenían bastante con intentar seguir el ritmo frenético de Rahm sin perder el aliento. Schauffele erró en el hoyo y permitió que le alcanzaran tanto Fleetwood como Matsuyama. Pero estaban luchando por la plata. El oro tenía dueño aunque faltase la mitad de esa última ronda. Rahm, a lo suyo, seguía brillando con todos los palos de la bolsa para embocar otro buen putt en el 10 que le dio el sexto birdie del día. Ahí se puso en -20, la cifra que había predicho como necesaria para ganar, y con cuatro de ventaja. Su mayor renta.
Pero llegó el bajón, el mal momento que suele haber en cualquier partida, pero que parecía que no iba a llegar esta vez. No solo llegó, sino que lo hizo de manera contundente. Fue un derrumbe en toda regla. Un tripateo en el hoyo 11 y un chip demasiado corto en el 12 anotaron los dos primeros bogeys en la tarjeta de Rahm. Coincidió con dos birdies consecutivos de Fleetwood que pusieron al británico colíder, pero eso era lo de menos. Llegó el 14, y el español colapsó. Era un hoyo favorable, resuelto con un eagle y dos birdies en las tres rondas previas. Pero esta vez no le salió nada. Envió su tercer golpe a una zona de hierba densa, y su chip volvió a quedarse corto. Tanto, que ni siquiera llegó al green. Después falló un putt sencillo que lo sacó de ahí con un doble bogey y fuera de las posiciones de podio.
Solo quedaba por ver cómo podría Rahm responder a ese revés. No lo hizo. Hubo un intento en el 16, donde embocó otro gran putt para su séptimo birdie del día, pero en los dos siguientes, arriesgando para optar al menos al bronce, firmó dos nuevos bogeys que lo relegaron al quinto puesto final.
«Es doloroso, con lo bien que había jugado... me molesta más sabiendo que estaba representando a España», analizó el vasco.
Cada día mejor que el anterior. Así se sentía Rahm, así lo expresaba y así lo demostraba en sus tarjetas. No había tenido una jornada mala esta semana. Apenas algún bache aislado del que se recuperaba siempre bien. La medalla olímpica significaba mucho para él y así lo estaba demostrando. Sus nueve primeros hoyos fueron para enmarcar. Cinco birdies y ni un solo error. Perfecto de tee a green, aprovechando al máximo su pegada en los pares 5 y estando muy acertado con el putt. Inició su festival en los hoyos 3 y 4, en los que Schauffele aún fue capaz de seguirle el ritmo. Ahí ya quedó claro que los de atrás, por bien que jugaran, tendrían que descontar mucho para tener alguna opción.
El primer momento complicado llegó en el hoyo 5. Una mala salida le dejó la bola en el rough de la izquierda. El golpe de recuperación no era fácil. Cuesta abajo y pegado a un bunker, pero Rahm lo sacó con maestría, dejándose incluso otra opción de birdie que no entró por muy poco.
El gesto del vizcaíno transmitía tranquilidad a sus seguidores. Dos nuevos birdies en los hoyos 6 y 7 lo llevaron como líder en solitario hasta el hoyo 8, un par 3 que se le había complicado durante toda la semana. De nuevo le tocó resolver con grandeza, porque en el tee cerró la bola en exceso para enviarla a la hierba alta de la izquierda del green. Él mismo se dio cuenta del fallo al soltar el palo nada más pegar. El primer bogey parecía inminente, pero un buen golpe de aproximación y un excelente putt de cuatro metros evitaron ese primer disgusto.